

Mi mundo no lo podría imaginar sin la presencia y compañía del arte.

Mis momentos los engrandece y cuando me encuentro sola me acompañan (visto así, entonces rara vez se está solo).
Me fascinan las cosas que dicen tanto sin palabras en una especie de códice distinto que entra en ti y te conecta, y cada uno descifra el mensaje. Así una pintura.
La pintura me transporta y reconecta, me da una sensación única de libertad a través de los colores, me confronta y me contesta, me reta, ¡Me hace atreverme! Como hoy aquí, mostrándome ante ustedes, por el simple gusto de compartir esto que es mi pintura.

Y es que pintar es siempre arriesgar, tanto a la hora de hacer como en el momento de exponer.
Una pintura al presentarse, deja valientemente expuesto al pintor, pero me gusta la valentía que supone, entonces poner una obra a consideración de los ojos que la han o no de apreciar, esperando al menos a cambio no pasar indiferente, y generar una opinión.
En general, cada pintura que ves lleva horas del artista, de inspiración, de confrontación, reto, de idas y vueltas, hasta que queda como lo que una vez expuesto ves.
La vida giró y crecí lo suficiente para ya hoy atreverme a compartir y dar a conocer mi obra sin temor alguno a ser enjuiciada y afortunadamente llegué a esta etapa de mi vida en donde la madurez que viene con la edad me da ciertos permisos, libertades o privilegios, y entre ellos éste, el de atreverme a mostrar lo que soy, a mostrar lo que hago y lo que más me gusta, que es pintar.
(No se si me tardé o no ... mmm bueno, no debiese juzgar el pasado con los ojos del presente)
Lo importante es que aquí estoy
Soy Liliana Fernández, entre otras cosas, pintora, sin la formalidad de un cierto estilo, aunque hoy me siento contenta en lo abstracto. Pinto por gusto, por encontrarme en ese espacio que se abre cuando te metes en la magia de los colores, el cuadro y la ilusión.

Mis inicios

Inicié con la pintura desde niña, en un principio con la libertad que dan las crayolas y los lápices de color para después brincar a la sobriedad que le adjudique al óleo. Apenas unos años atrás tuve la fortuna de coincidir en tiempo y espacio con una pintora maravillosa, Marcela Dupre, mi hoy maestra (y gran amiga) quien en su infinita generosidad y talento, me invito al mundo de
lo abstracto encontrando el balance del acrílico y las texturas, lo abstracto y la escencia de la realidad de las cosas bajo el filtro de mi alma, mis manos y mis ojos.
Marce me enseñó a descubrir lo que percibo en mi mente como esa idea central de lo que busco ser y hacer, para atraparla y traducirla en formas y colores, quedando entonces en un lienzo mientras decida ahí permanecer, para dejar y dejarse ver.
En mi pintura, encontré la flexibilidad de hacer y deshacer, una licencia padre de expresión, un espacio conmigo en donde me olvido del mundo exterior para perderme en mi mundo interior. Un reflejo, un escape, un placer y, a veces, una simple y magnífica forma de compartir mi silencio interior.
Mi primer óleo
Clase de Bob | 1984

Cada quien encuentra una experiencia personal en lo que vive frente a una pieza de arte.
¿El valor del arte en dónde está? ¿En el observador o en la obra misma?
Creo que al arte le concedemos una serie de valores con base en la relación que se establece.
Cruza
Acrílico sobre tela | Técnica mixta | 70x50 cm
No son solo sentimientos o emociones representadas. Mi obra refleja también un dialogo interno, alguna reflexión, filosofía o cuestionamiento, conjetura interna, y hasta conflicto no resuelto.
Pinto lo que en el momento está transitando en mi mente y corazón, busco afinarlos, a veces lo bajo al lienzo y en vez de escribirlo o hablarlo, me valgo del color.

Solo es cosa de moverse
Acrílico sobre tela | Técnica mixta | 70x100 cm